Muchas personas piensan que la historia de la moto eléctrica dio comienzo hace una o dos décadas.
Esto se debe, fundamentalmente, a que ese es el período de tiempo dentro del cual hemos empezado a considerarlas como una opción de movilidad real y a verlas por la calle. Sin embargo, están equivocadas, ya que sus orígenes se remontan mucho tiempo atrás. En concreto, a mediados del siglo XIX, como vamos a ver a continuación.
El contexto histórico
Thomas Edison inventó la bombilla en el año 1880. Sin embargo, este utensilio con el que tanto estamos familiarizados hoy en día y que revolucionó la vida en los hogares, no hubiese sido posible sin que, anteriormente, muchos científicos hubiesen dado el paso de experimentar con las posibilidades de la electricidad.
Durante el siglo XIX, el único sistema de locomoción terrestre era el ferrocarril a vapor. Sin embargo, demandaba unas cantidades de energía muy altas procedente de la combustión del carbón y no era capaz de alcanzar grandes velocidades. De hecho, hasta un simple caballo era capaz de ir más deprisa en muchos momentos.
Todo ello empujó a varios inventores a tratar de desarrollar un motor eléctrico. El primero de ellos fue el húngaro Ányos Jedlik, que patentó el considerado como primero de la historia en 1828. Su invención le sirvió a Robert Anderson para desarrollar el primer vehículo eléctrico real entre los años 1832 y 1839. Efectivamente, más de dos décadas antes de la aparición del primer motor de combustión interna (Ettiene Lenoir, 1860).
Las primeras patentes
Hay ciertas discrepancias en torno a quién fue el responsable de inventar el primer vehículo biciclo impulsado con electricidad.
Lo cierto es que, el 26 de diciembre de 1868, Louis-Guillaume Perreaux patentó una bicicleta a la que había incorporado un motor eléctrico, si bien es cierto que no especificó la tecnología exacta utilizada.
Este es el origen de la discrepancia, ya que menos de 12 meses después el también francés Joseph Marie registro otro modelo de biciclo impulsado por energía eléctrica. En este caso, sí que indicó que montaba un motor magnetoeléctrico y que no precisaba de un motor complementario a vapor como el de su predecesor. Esta es la razón por la que la mayoría de historiadores le consideran como el padre de la primera moto eléctrica.
Tres décadas después, en 1897, el fabricante británico de bicicletas Humber dio un golpe sobre la mesa. ¿Cómo? Dando a conocer al mundo su primera colección de bicicletas y triciclos motorizados. La denominó Stanley Cycle Show y no fue un gran éxito, pero atrajo la atención del público a nivel mundial.
¿Por qué el motor de combustión ganó la partida al eléctrico?
No se puede dar una razón que explique completamente el hecho, pero sí que se puede deducir a partir de varios argumentos.
El primero de ellos tiene que ver con la red eléctrica en la mayoría de los países del planeta. Siendo generosos, podríamos calificarla como escasa, incluso en el caso de las naciones más desarrolladas.
Tengamos en cuenta que, en la última década, el sector de la automoción ha tenido que afrontar enormes desafíos para que los vehículos eléctricos puedan cargarse de forma efectiva. De hecho, muchos de ellos no están subsanados completamente. Pensar en que esta tecnología pudiese imponerse en el siglo XIX parece una quimera.
Además, en aquella época era más sencillo y económico obtener la energía a partir de la combustión de derivados del petróleo que de la electricidad. Esto hizo que, rápidamente, aparecieran grandes corporaciones especializadas en los combustibles fósiles. Solo hay que pensar en John D. Rockefeller o en la familia Getty, que acabaron formando lobbies de gran influencia.
Llega el siglo XX y, con él, numerosos hitos y récords
A comienzos del siglo XX, los motores de combustión interna se habían impuesto definitivamente en el mercado. Una hecho que se mantuvo inalterable durante todo su transcurso. Sin embargo, esto no quiere decir que no se siguiese investigando en torno al vehículo eléctrico de dos ruedas.
De hecho, en 1911 aparece la primera moto 100 % eléctrica que no se basaba en la simple incorporación de un motor magnetoeléctrico al diseño de una bicicleta. La marca responsable de su creación fue Ransomes, Sims & Jefferies.
Con este hecho en mente, Maurice Limelette fundó una compañía de motocicletas eléctricas junto a su hermano Albert. Se llamó Socovel y tenía la intención de diseñar, fabricar y distribuir motos eléctricas. Su aventura duró entre 1936 y 1938, ya que resultó imposible sacar adelante el proyecto.
Ya en la década de 1970, la tecnología demostró que un motor impulsado por energía eléctrica podía competir con uno de combustión interna. En concreto, en 1973, Mike Corbin establece el primer récord de velocidad de la historia a bordo de un vehículo de este tipo. En concreto, fue capaz de alcanzar los 162 km/h en el marco de una serie de pruebas realizadas en circuito.
Actualmente, el récord de velocidad de una moto eléctrica lo tiene el ex piloto de MotoGP Max Biaggi. A bordo de un prototipo llamado Voxan Wattman fue capaz de llegar a 456 km/h.
Las cosas empiezan a cambiar
Llegados a este punto, los fabricantes de vehículo tienen claro que un motor eléctrico puede ser perfectamente válido para conducir en entornos urbanos e interurbanos.
Sin embargo, hay un problema grave que no saben muy bien cómo afrontar: el almacenamiento de la energía. Era una época en la que no se conocían las propiedades del litio y en la que era prácticamente imposible guardar grandes cantidades de electricidad.
En este sentido, en 1992 llega un invento revolucionario. Roberto Eugenio Gentile presenta en la Feria de los Inventos de Buenos Aires, Argentina, un vehículo biciclo impulsado por energía eléctrica. Hasta ahí, nada que no hubiese ocurrido antes. La grandiosidad de su creación estaba en que era capaz de circular a 65 km/h y en que poseía una autonomía de 50 kilómetros.
Desde finales del siglo XX hasta hoy en día
Sin duda, el invento de Roberto Eugenio Gentile supone un punto de inflexión en la historia de las motos eléctricas. De hecho, solo cuatro años después, una conocida marca francesa comercializa la primera moto eléctrica producida en masa.
Durante la década de 1990, el runrún en torno a la contaminación empieza a crecer. No paran de aparecer estudios que hablan de un enorme agujero en la capa de ozono, de la descongelación de los polos, del incremento de la temperatura global y, finalmente, del cambio climático que puede poner en juego la supervivencia de la raza humana.
El uso de combustibles fósiles, especialmente el carbón, empieza a reducirse notablemente. Los siguientes afectados son, como no podía ser de otro modo, la gasolina y el diésel. Empiezan a aparecer carburantes alternativos y los motores se hacen cada vez más eficientes, pero no es suficiente.
Finalmente, las autoridades gubernamentales europeas y de casi todos los lugares del mundo empiezan a desarrollar políticas medioambientales que castigan el uso de vehículos de combustión interna y premian la utilización de los eléctricos. Este es el empujón que necesitaban los fabricantes para lanzarse a producir en masa motos eléctricas, las cuales tienen cada vez una mayor cota de aceptación entre los usuarios. Algo que no es de extrañar teniendo en cuenta las múltiples ventajas que ofrecen en lo que respecta a la movilidad urbana y en carretera.